sábado, 16 de julio de 2016

Estamos en guerra, ¿y qué?

             La mayoría de la población española que vive hoy en día ha nacido en los últimos tiempos del Franquismo o ya con la democracia, por lo que no conoce el fenómeno de la guerra. Es una palabra que asusta por todo lo que arrastra tras ella, pero sobre todo por lo desconocida que nos parece. Lo que no creo que sepa la gente es que realmente la situación de paz es lo extraño en nuestra historia, siendo casi excepcional, ya que, en los 524 años que tiene nuestro país, muchos más de la mitad ha estado involucrado en alguna guerra. La disputa es el estado natural del hombre, ya sea dentro de una comunidad de vecinos, en las luchas internas en las empresas, o, formando sociedades, en guerras entre países. Es de lo más normal, siempre lo ha sido y siempre lo será. El hombre es así y no podemos cambiarlo. Que hoy en día los combates son económicos en canchas financieras y no en campos de batallas no hacen las guerras menos cruentas.
           Dicho lo cual, repito lo que he escrito en el título de esta entrada: «estamos en guerra». Que no haya sido declarada no la hace menos guerra, aunque si escuchamos a ciertos iluminados religiosos, sí que ha sido declarada. Sólo hay que echar un vistazo a cualquier periódico de los últimos años y darse cuenta de la escalada brutal de violencia que se está produciendo en el mundo. Pero no es la única guerra, lo que ocurre que la violencia es la única arma que ciertos sectores de la población tienen para combatir, puesto que las armas financieras les resultan totalmente prohibitivas.
           Cuando escribimos Historia nos encanta ser subjetivos y buscar las justificaciones posibles para dictaminar qué bando era el «bueno» y cuál el «malo», tergiversando los hechos a nuestro beneficio. Por lo tanto no es cuestión de buscar qué bando es qué, ya que si estamos nosotros involucrados, evidentemente nosotros somos los «buenos», simplemente por una cuestión de supervivencia moral, aunque no sea del todo cierto. Así zanjamos pronto las razones que puedan tener los yihadistas para hacer lo que hacen. No importa sus razones, nos atacan a nosotros y a nuestra forma de vida y con eso es ya suficiente para tildarlos de «malos» en la Historia que escribimos a diario, aunque ellos no hagan otra cosa diferente a lo que les hacemos nosotros en sus países.
           Dicho esto, parece difícil ponerse a intentar esclarecer las razones de las guerras actuales. No son diferentes de las razones de los últimos dos mil años, y me refiero al monoteísmo. No quiero decir que cuando existían sociedades hegemónicas politeístas las guerras no se produjeran, pero sí que es verdad que no había un caldo de odio subyacente. Los monteísmos, desde sus primeras apariciones, con el dios Atón amarniense, han sido destructores de per se. Después, con la llegada del Cristianismo y finalmente con el Islamismo, las guerras han sido más continuas y mucho más intransigentes. Hoy en día pensamos que es el Islamismo la religión que se lleva la palma en lo que se refiere a intransigencia y odio, porque la comparamos con nuestro cristianismo actual, que después de dos mil años ha aprendido a convivir con el resto de creencias. Pero estamos totalmente equivocados, ya que el cristianismo que nos ha quedado, en occidente, ha dejado prácticamente de ser una religión para convertirse en algo parecido al folclore. En occidente hemos cambiado al Dios de la Biblia y al Jesucristo de las Sagradas Escrituras por el Dios Dólar, o por el Dios Euro. Ésa es la auténtica religión de Occidente y no otra, y en aras de esos nuevos dioses sí que masacramos pueblos enteros, destruyendo su presente y su futuro. Si alguien no me cree, que revise bien lo que hacemos en el mundo por conseguir petróleo, coltán, árboles amazónicos, diamantes, oro, prendas baratas, etc.
           Puesto que nosotros somos los «buenos» en esta guerra, al estar involucrados, no porque la razón nos asista, debemos pensar qué hacer para poder ganarla. Nadie entra en una guerra para perderla. Creo que todos sabemos cuáles son las medidas que debemos tomar para ganarla: expulsión de los musulmanes que viven en Europa, prohibición de todo lo que huela a Islamismo, destrucción de todas las mezquitas, etc. ¿Por qué no lo hacemos entonces? Es evidente que no lo hacemos porque en el fondo sabemos que no somos los que llevamos la razón en esta guerra y porque sabemos que, aunque nos maten a 84 personas con un camión, las pérdidas son insignificantes comparadas con las ganancias que obtenemos colonizando económicamente (o robando directamente) a los países de los que surgen los iluminados que sacrifican sus vidas contra su enemigo Occidente. Y no nos llevemos las manos a la cabeza por esto que he dicho, ya que no hace tanto tiempo que gaseábamos a millones de personas o arrasábamos centenares de hectáreas urbanizadas por bombardeos terroristas en la propia Europa. Lo que la Segunda Guerra Mundial nos enseñó a Europa fue a dejar de matarnos entre nosotros y dirigir nuestra mirada a países más subdesarrollados e infinitamente más fáciles de pisotear. Las ganancias son mayores y las consecuencias son mucho menores. Que de vez en cuando nos matan a 84 ciudadanos, no pasa nada; lloramos un poquito, les hacemos algunos homenajes y sanseacabó. Todo el mundo contento porque seguimos pudiendo usar nuestros móviles, viajar a donde queramos y nuestras neveras siguen repletas. Eso sí, como siempre nuestros queridos gobiernos impondrán algunas leyes un poco más restrictivas para que podamos sentirnos algo más seguros, y además les daremos las gracias por ello. Un esclavo agradecido jamás intentará quitarse las cadenas y combatir por su libertad. Está claro que el Homo Sapiens Sapiens sigue evolucionando, aunque la pregunta que me da miedo formular es ¿hacia dónde?
           Si la verdad duele y esta entrada te ofende, te pido perdón y te invito a ver el Sálvame y a continuar ciego ante lo que ocurre a tu alrededor.

           El Condotiero

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo. Pongamos en una "balanza justa" los muertos de ellos y los nuestros. Seguro pesarán más los de ellos, y aún así, seguimos pensando que nosotros somos los buenos.

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  2. Totalmente de acuerdo. Pongamos en una "balanza justa" los muertos de ellos y los nuestros. Seguro pesarán más los de ellos, y aún así, seguimos pensando que nosotros somos los buenos.

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