No
sé ya cómo calificar al personaje que en la actualidad dirige el país de
Venezuela. Ni yo ni nadie, me temo. Fantoche es un adjetivo que, en ocasiones,
se queda corto. Sería incluso gracioso, digno de vodevil, si no fuera porque
detrás de tan lamentable y continuo espectáculo se esconde una penosa realidad
que arrastra al abismo a todo un pueblo.
Y es que últimamente ha tomado como
objetivo de sus desquiciadas diatribas a éste, nuestro país. Bien es verdad que
España no está pasando por sus mejores momentos, tanto política como
económicamente hablando, pero aun así existe entre ambos países tal inmensidad que
no son de recibo los alocados planteamientos del fanfarrón cuasi dictador
venezolano.
Lo peor de todo es que todavía hay
personajes y personillas con el NIF español que le bailan las gracias al payaso
caribeño, como nuestro «queridísimo» alcalde gaditano, el Kichi, cuyo currículo pone que es licenciado en Geografía e
Historia, pero que mucho me temo que aprobase la carrera más en los politizados
despachos de la facultad de Filosofía y Letras de Cádiz que estudiando de
verdad, habida cuenta de las cosas que suelta de vez en cuando.
Hay muchos venezolanos viviendo en
España que alucinan cuando escuchan a algún español ensalzando las bondades del
régimen chavista, y te contestan, con
razón, que es muy fácil ver los toros desde la barrera. Yo estoy de acuerdo con
ellos: al que le guste el régimen venezolano, que se vaya allí a vivir; ni aquí
los queremos ni los necesitamos.
La pena de todo esto es que
Venezuela es uno de los países más ricos en recursos naturales de Sudamérica.
No sólo por el petróleo, el que han tirado o regalado a sus amigos cubanos y
demás, sino que también posee grandes extensiones de fértiles tierras que se
han echado a perder en los últimos diecisiete años. Analicemos los números
actuales del país de Maduro, después nos tocará llorar:
-
cuando llegaron
al poder los chavistas el 70% del PIB
salía del petróleo; hoy es un 99% (depender de un solo producto es malísimo para
la salud económica de un país).
-
antes importaban
el 40% de lo que consumían; hoy se acerca ese número peligrosamente al 90%.
-
El año pasado
(2015) hubo un total de 28.000 asesinatos, esto es, más de 75 por día, teniendo
en cuenta que sólo se resuelven el 10% de todos ellos. Si pensamos que, además,
es un régimen policial, no sé qué hará la policía, la verdad, aparte de
acogotar a los opositores.
Aparte de los números, sólo hay que ver las imágenes
que nos llegan continuamente de ese país, con las tremendas colas que se forman
para comprar cualquier producto de primera necesidad, que a veces hay y la
mayoría no. Lo de las farmacias no tiene nombre, muriendo los enfermos por
falta total de suministros médicos. Y la policía no defiende a los diputados
recientemente elegidos por el pueblo, al no pertenecer al partido de Maduro,
que es quien gobierna de una forma tan ecuánime.
¿Y cuál es el problema de Venezuela según él? Los
documentales que hacen los periodistas de Antena3 o el racismo de Rajoy (¿?).
En fin, esto podría sudarme un poco, ya que no es mi
país y que cada palo se aguante su vela, pero lo que me molesta es que aquí
haya tontos que ensalcen dicho régimen como garante de las libertades humanas,
a diferencia de lo que ocurre en Occidente. Supongo que se referirán a la
libertad de morir con un tiro en la nuca, a la libertad de morirse de hambre o
por falta de medicamentos, a la libertad de pasarte una buena temporada en la
cárcel si criticas al gobierno o a la libertad de pasarte media vida haciendo
interminables colas para comprar cualquier chuminada.
Pero esto no es nuevo, yo ya lo viví allá por los 90
del siglo pasado, en la misma facultad de Filosofía y Letras a la que iba el Kichi, cuando había «iluminados» que
intentaban convencerte de las maravillas y bondades de un régimen como el
cubano, que también tenía millares de presos políticos y de cuyo país salía la
gente escopeteada, jugándose la vida para cruzar los escasos (y largos) 80 Km.
que separan sus costas de las de Florida.
Cuando yo sea mayor y millonario, tendré mis cuentas
en Panamá y resto de paraísos fiscales que pueda, pero saldré a la calle con la
camiseta del Ché y el puño al aire,
reivindicando aquellos estupendos regímenes que los demás debieran adoptar.
El Condotiero
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