martes, 12 de enero de 2016

Creyentes y crédulos

             El ser humano es el único ente viviente del planeta que posee creencias relacionadas con el Más Allá. Desde que nos separamos de nuestros congéneres animales, hace de eso más de 5 millones de años, hemos ido desarrollando el cerebro con cada paso evolutivo, hasta llegar al único ser humano que queda en el planeta, el Homo Sapiens. El pensar nos ha dado capacidades de supervivencia superiores a las del resto de los animales, pero también nos ha hecho preguntarnos cosas casi desde el principio de nuestro ser, como ¿quién soy?, y ¿a dónde voy? Hoy en día no podemos ver lo mismo que veían nuestro ancestros que salieron de África hace unos 100.000 años, puesto que nuestro mismo progreso nos impide ver los cielos como se verían entonces, por culpa de la contaminación lumínica. Creo que fueron esas impresionantes vistas nocturnas las que alentaron a nuestros antepasados a hacerse las preguntas que antes he comentado.
El caso es que siempre nos hemos hecho las mismas preguntas y, hasta ahora, no hemos obtenido las repuestas categóricas. La Ciencia, por mucho que haya conseguido avanzar, y por más que lo logre en los años venideros, nunca será capaz de responderlas de forma satisfactoria. Y de ahí el gran invento que fue la religión. No sólo conseguía tranquilizar las conciencias humanas, sino que también lograba dar un sentido a la vida por la cual las personas no se despedazaran unas a otras sin ton ni son.
Aunque nos hemos separado bastante de las primeras religiones sincréticas y animistas, las religiones mayoritarias que hay en el mundo son muy parecidas e, incluso, entroncan con religiones ya desaparecidas, como la egipcia, todavía sobreviviendo Isis y Horus a través de sus trasuntos Virgen María y Cristo. Quizá exista una conciencia colectiva del ser humano que nos haga resucitar las antiguas leyendas de culturas desaparecidas hace milenios.
Yo entiendo la religión, sus orígenes, su significado y su razón de ser, y respeto a las personas que profesan alguna de las religiones existentes como vehículo para satisfacer sus anhelos y ahuyentar sus miedos, mientras, de paso, se convierten en mejores personas, puesto que todas las religiones abogan por el buen trato al prójimo, independientemente de lo que digan algunos fanáticos religiosos. Lo que no entiendo y no entenderé jamás es la necesidad que algunos, o muchos, tienen de que haya personas que sean vínculos entre ellos mismos y las deidades que veneren. Respeto al máximo al que siga a Cristo, a Mahoma, a Buda o a los extraterrestres de Ganímedes, pero no respeto de ninguna manera al que se deja manipular por personas como ellos que se han apropiado de la cualidad de intermediarios entre los dioses y el resto de la Humanidad.
Ya desde los principios de los tiempos, con la creación de mitos y la veneración de la Madre naturaleza, los shamanes se convirtieron en las segundas personas más importantes de las tribus, por detrás de los jefes, aunque algunas veces llegaron a ser las primeras. El poder que siempre han manejado los que ejercían el sacerdocio, fuera de la religión que fuese, ha llevado por norma general a la degeneración de los credos que pregonaban, intentando de todas las maneras posibles mantenerse en el poder y aunar más si pudieran. La perversión de las interpretaciones que han hecho de los escritos sagrados ha sido patente, apoderándose de la potestad de ser los únicos con la capacidad suficiente para leer dichos escritos, como si el resto de la población no fuera capaz de leer por sí mismos. De hecho, en muchas ocasiones han sido los mismos sacerdotes de las religiones los que han intentado ser los únicos en saber leer esos misteriosos signos que eran ideogramas o letras.
Ejemplos a miles, y uno de los más cercanos en nuestro país y en la época más debatida en los últimos años: la II República. Tal era la ascendencia que profesaban los sacerdotes en las incultas masas españolas en la primera mitad del S.XX, que los partidos de izquierdas de la II República española no querían que las mujeres pudieran votar. Esto es algo desconocido por la gran cantidad de seguidores republicanos que hoy en día pululan por España, pero es la verdad. Los políticos de izquierdas creían que las incultas mujeres de los pueblos españoles votarían lo que pregonasen los curas desde los púlpitos. Y llevaban parte de razón, para qué negarlo.
Con todo, no niego la religiosidad de las personas y de las civilizaciones, pero no creo que sean necesarias las personas que hacen de intermediarias entre los creyentes y sus dioses. Eso es un producto de anteriores épocas, donde la gente era más crédula y más analfabeta, pero hoy ya hemos descubierto su juego y, aunque muchos de ellos lo hagan de buena fe, su labor es superflua e innecesaria. Algunos dirán que los sacerdotes hacen buen trabajo ayudando a los demás, y yo les digo que no hace falta que se hagan sacerdotes, imanes, rabinos o lo que sea para hacer el bien. Uno puede ser buena persona y dedicarse a ayudar a los demás, en la medida de sus posibilidades, sin apropiarse del derecho de puente divino. Que algunos, como dije antes, lo hagan de buena fe no significa que estén en lo cierto, y mucho menos cuando hay muchos que no lo hacen de buena fe, como los sacerdotes católicos manchados de pederastia, los imanes sedientos de sangre infiel o los telepredicadores ávidos del dinero de sus incautos seguidores, por no olvidarnos de aquellos gurús de sectas peligrosísimas que lobotomizan a los individuos y luego los esclavizan sexualmente o, peor, los convencen de la necesidad de suicidarse en masa para conseguir comulgar con el poder que ellos representan y así salvar sus pecadoras almas.
Viendo cómo las civilizaciones humanas se han desangrado unas a otras, a lo largo de la Historia, en nombre de un Dios u otro, cómo millones de crédulos dan pábulo a mentiras obvias soltadas por individuos profetizados y cómo otros tantos millones de individuos son capaces de coartar sus libertades con tal de seguir con fidelidad escrituras sagradas redactadas por a saber quién, me da la impresión de que quizá el hombre no sea tan inteligente, al fin y al cabo, y sean los animales, que sólo piensan en comer, cagar y copular, sin importarles en absoluto quiénes son y a dónde van, los privilegiados habitantes de este tonto planeta.

El Condotiero

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