El ser humano es el único ente viviente del planeta
que posee creencias relacionadas con el Más Allá. Desde que nos separamos de
nuestros congéneres animales, hace de eso más de 5 millones de años, hemos ido
desarrollando el cerebro con cada paso evolutivo, hasta llegar al único ser
humano que queda en el planeta, el Homo Sapiens. El pensar nos ha dado
capacidades de supervivencia superiores a las del resto de los animales, pero
también nos ha hecho preguntarnos cosas casi desde el principio de nuestro ser,
como ¿quién soy?, y ¿a dónde voy? Hoy en día no podemos ver lo mismo que veían
nuestro ancestros que salieron de África hace unos 100.000 años, puesto que nuestro
mismo progreso nos impide ver los cielos como se verían entonces, por culpa de
la contaminación lumínica. Creo que fueron esas impresionantes vistas nocturnas
las que alentaron a nuestros antepasados a hacerse las preguntas que antes he
comentado.
El caso es que siempre nos hemos hecho las mismas
preguntas y, hasta ahora, no hemos obtenido las repuestas categóricas. La
Ciencia, por mucho que haya conseguido avanzar, y por más que lo logre en los
años venideros, nunca será capaz de responderlas de forma satisfactoria. Y de
ahí el gran invento que fue la religión. No sólo conseguía tranquilizar las
conciencias humanas, sino que también lograba dar un sentido a la vida por la
cual las personas no se despedazaran unas a otras sin ton ni son.
Aunque nos hemos separado bastante de las primeras
religiones sincréticas y animistas, las religiones mayoritarias que hay en el
mundo son muy parecidas e, incluso, entroncan con religiones ya desaparecidas,
como la egipcia, todavía sobreviviendo Isis y Horus a través de sus trasuntos
Virgen María y Cristo. Quizá exista una conciencia colectiva del ser humano que
nos haga resucitar las antiguas leyendas de culturas desaparecidas hace
milenios.
Yo entiendo la religión, sus orígenes, su significado
y su razón de ser, y respeto a las personas que profesan alguna de las
religiones existentes como vehículo para satisfacer sus anhelos y ahuyentar sus
miedos, mientras, de paso, se convierten en mejores personas, puesto que todas
las religiones abogan por el buen trato al prójimo, independientemente de lo
que digan algunos fanáticos religiosos. Lo que no entiendo y no entenderé jamás
es la necesidad que algunos, o muchos, tienen de que haya personas que sean
vínculos entre ellos mismos y las deidades que veneren. Respeto al máximo al
que siga a Cristo, a Mahoma, a Buda o a los extraterrestres de Ganímedes, pero
no respeto de ninguna manera al que se deja manipular por personas como ellos
que se han apropiado de la cualidad de intermediarios entre los dioses y el
resto de la Humanidad.
Ya desde los principios de los tiempos, con la
creación de mitos y la veneración de la Madre naturaleza, los shamanes se
convirtieron en las segundas personas más importantes de las tribus, por detrás
de los jefes, aunque algunas veces llegaron a ser las primeras. El poder que
siempre han manejado los que ejercían el sacerdocio, fuera de la religión que
fuese, ha llevado por norma general a la degeneración de los credos que
pregonaban, intentando de todas las maneras posibles mantenerse en el poder y
aunar más si pudieran. La perversión de las interpretaciones que han hecho de los
escritos sagrados ha sido patente, apoderándose de la potestad de ser los
únicos con la capacidad suficiente para leer dichos escritos, como si el resto
de la población no fuera capaz de leer por sí mismos. De hecho, en muchas
ocasiones han sido los mismos sacerdotes de las religiones los que han
intentado ser los únicos en saber leer esos misteriosos signos que eran
ideogramas o letras.
Ejemplos a miles, y uno de los más cercanos en
nuestro país y en la época más debatida en los últimos años: la II República. Tal
era la ascendencia que profesaban los sacerdotes en las incultas masas españolas
en la primera mitad del S.XX, que los partidos de izquierdas de la II República
española no querían que las mujeres pudieran votar. Esto es algo desconocido
por la gran cantidad de seguidores republicanos que hoy en día pululan por
España, pero es la verdad. Los políticos de izquierdas creían que las incultas mujeres
de los pueblos españoles votarían lo que pregonasen los curas desde los
púlpitos. Y llevaban parte de razón, para qué negarlo.
Con todo, no niego la religiosidad de las personas y
de las civilizaciones, pero no creo que sean necesarias las personas que hacen
de intermediarias entre los creyentes y sus dioses. Eso es un producto de
anteriores épocas, donde la gente era más crédula y más analfabeta, pero hoy ya
hemos descubierto su juego y, aunque muchos de ellos lo hagan de buena fe, su
labor es superflua e innecesaria. Algunos dirán que los sacerdotes hacen buen
trabajo ayudando a los demás, y yo les digo que no hace falta que se hagan
sacerdotes, imanes, rabinos o lo que sea para hacer el bien. Uno puede ser
buena persona y dedicarse a ayudar a los demás, en la medida de sus
posibilidades, sin apropiarse del derecho de puente divino. Que algunos, como
dije antes, lo hagan de buena fe no significa que estén en lo cierto, y mucho
menos cuando hay muchos que no lo hacen de buena fe, como los sacerdotes
católicos manchados de pederastia, los imanes sedientos de sangre infiel o los
telepredicadores ávidos del dinero de sus incautos seguidores, por no
olvidarnos de aquellos gurús de sectas peligrosísimas que lobotomizan a los individuos y luego los esclavizan sexualmente o,
peor, los convencen de la necesidad de suicidarse en masa para conseguir
comulgar con el poder que ellos representan y así salvar sus pecadoras almas.
Viendo cómo las civilizaciones humanas se han
desangrado unas a otras, a lo largo de la Historia, en nombre de un Dios u
otro, cómo millones de crédulos dan pábulo a mentiras obvias soltadas por individuos
profetizados y cómo otros tantos millones de individuos son capaces de coartar
sus libertades con tal de seguir con fidelidad escrituras sagradas redactadas
por a saber quién, me da la impresión de que quizá el hombre no sea tan
inteligente, al fin y al cabo, y sean los animales, que sólo piensan en comer,
cagar y copular, sin importarles en absoluto quiénes son y a dónde van, los
privilegiados habitantes de este tonto planeta.
El Condotiero
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