Tal
y como están las cosas, en este siglo XXI, es muy difícil pensar en el futuro
con optimismo. Podríamos enumerar: la última crisis económica que nos ha
golpeado y que, probablemente, se repetirá en unos años, dando más poder a una
clase privilegiada y minoritaria, en detrimento del resto de la población, cada
vez más pobre y endeudada; la inseguridad latente en nuestras calles, donde
corres peligro inminente de ser tiroteado o explosionado,
en nombre de un Dios misericordioso, sin contar la tirada de dados adicional
que realizas cada vez que te enfundas el mono de turista, sobre todo como vayas
a ciertos países, pues tu avión puede ser destruido en vuelo, ya sea por una
bomba dentro de una maleta o por el lanzamiento de un misil tierra-aire por
parte de alguien al que le sobraba munición y mala leche, o tu visita a un
interesante museo arqueológico se puede convertir en una visita al museo del
horror; medioambientalmente hablando, lo llevamos crudo de aquí a pocos años,
con un incremento salvaje de población en un mundo que está viendo cómo sus
recursos naturales están disminuyendo de forma igualmente salvaje, dejándoles a
vuestros descendientes, porque yo no tengo, la posibilidad cierta de viajar a
Marte sin salir de nuestro planeta...
Como iba diciendo, con estas negras
perspectivas, es muy difícil pensar en el futuro con optimismo, por lo que si
veis a alguien andando por la calle con una gran sonrisa, será seguramente
porque se trate de un ignorante. La ignorancia es un don y hay que hacer muy
poco para mantenerla. No es necesario entrenarse para ello. Aun así, desde
todos los sectores de la sociedad se intenta que el ignorante siga siéndolo,
bienintencionadamente, por supuesto, para que el ignorante siga siendo feliz y mantenga
esa estúpida sonrisa. El mantra hoy
tan escuchado de que la educación es importante es una absoluta falacia. La
educación no es importante de por sí, de hecho puede ser hasta
contraproducente. ¿Alguien duda que los yihadistas que se inmolan no estén
educados? ¿Alguien duda que los niños de la Juventudes Hitlerianas no
recibieran educación? La mala educación es mucho peor que la ignorancia supina.
Al menos, el ignorante es feliz, porque, además, ignora que es ignorante.
En esta semana de revuelo en Europa,
con gran cantidad de tertulias y «expertos» sentados a mesas redondas, el listón
de tontería está alcanzando niveles insospechados. Tan altos son, que me temo
que haya algún tipo de orquestación para mantener en la ignorancia a millones
de votantes. No es posible juntar a tanto supuesto «experto» ignorante a no ser
que se haga deliberadamente. O eso, o hay tantos que lo contrario es
complicado, es decir, encontrar a alguien que llame a las cosas por su nombre y
diga las verdades tal y como son. Aunque, bien pensado, quizá esas verdades no
son lo que la gente quiera escuchar. Porque la gente no es tonta y puede que
quiera seguir siendo ignorante.
Espero que no penséis que me puede
la soberbia porque yo crea que no soy ignorante, ya que es todo lo contrario.
El que se reconoce como ignorante es porque sabe de su ignorancia, por lo que
está dispuesto a escuchar, a leer y a documentarse, al contrario de los
ignorantes supinos, que creen que no son ignorantes, por lo que piensan que no
tienen por qué escuchar a los demás, ni leer nada (no hay nada nuevo bajo el
Sol, total, sólo se publican 70.000 libros al año, nada más que en España), ni
documentarse de forma alguna para sus diatribas, puesto que sólo con escucharse
a sí mismos ya tienen documentación suficiente.
Todo esto viene a raíz de las
«profundas» conclusiones que estoy escuchando estos días en boca de supuestos
«expertos» en todo tipo de materias. La de hoy, es el terrorismo internacional;
mañana será sobre la importancia del cubismo en la obra de Tiziano, y pasado,
quizá, sobre la disyuntiva de maridar el pincho de tortilla con una buena copa
de Vega Sicilia sin alcohol, o con hidromiel de Atapuerca, envejecido en
barrica de 500.000 años.
En fin, como muestra un botón,
aunque hoy traigo dos, para que la chaqueta no se quede coja. La primera ha
sido la magnífica frase que un eminente médico psiquiatra, usual de ciertas
tertulias televisivas, ha dicho con referencia a los terroristas yihadistas: «...todos
esos terroristas tienen un trastorno mental, están locos...» Dios mío, o suyo,
o de quien sea, pero cómo es que no han llevado a ese hombre rápidamente a un
hospital, después del golpe en la cabeza que se tenía que haber dado. O eso, o
le tocó el título de médico psiquiatra en un tigretón (mala suerte, a mi sólo me tocaban estampas de
futbolistas). Lo peor es que nadie le cantara las cuarenta y lo pusiera en su sitio. Sería porque al ser médico
psiquiatra, sabría lo que se decía, pues es un «experto». Hay que ser tonto de capirote para pensar así, con lo
peligroso que resulta, pues indica que aún seguimos sin comprender nada. Es más
fácil echar la culpa a los demás que reconocer nuestros errores: lo que
vulgarmente se conoce como poner el ventilador, para esparcir la mierda (pero
ponte detrás, para que no te salpique). En esa misma tertulia se puso de
manifiesto que los terroristas usaban una sustancia que se conoce por el nombre
de «droga de los yihadistas», un compuesto químico que inhibe el dolor y el
miedo, atenuando la empatía, según parece. Y es lógico, esos terroristas
yihadistas son personas como nosotros, con miedo a la muerte. No creo que sea
fácil meterse en su pellejo, pero ellos lo hacen convencidos de su misión
sagrada, de su lucha por su Dios, y de la recompensa en el más allá para ellos
y en el más acá para sus familias. Se inmolan, dando lo único que tienen, su
vida, por mor de los demás, de sus demás, claro. En realidad, son unos héroes.
Otra cosa es que estén profundamente equivocados, pero eso es culpa de la mala
educación recibida, o de la limpieza de tarro a la que se han visto sometidos.
Pero no están locos, al menos todos ellos, como el médico psiquiatra afirmaba.
El otro botón de muestra es una
frase que se la he escuchado a más de uno. En este caso son «expertos» en
relaciones internacionales y globalización, que dicen, tan alegremente, que
«...el terror es una nueva forma de guerra, al que debemos combatir y
habituarnos a él...» Perdonen, señores «expertos», sin ánimo de ofender y
siempre desde la ignorancia, por supuesto, pero me pregunto yo que si el terror
es una nueva forma de combatir, qué eran los bombardeos a ciudades alemanas en
la Segunda Guerra Mundial, qué fue lo que pasó en Guernica. No quiero tampoco
dilatarme mucho en el tiempo y hacer referencia a los montones de ciudades
saqueadas a lo largo de la Historia, o a los montones de cabezas cortadas que
ponían los mongoles delante de las puertas de las ciudades asediadas, o a los
bosques de empalados que alzaba Vlad el Empalador (Vlad Drácul) con sus
enemigos turcos... Dejémoslo en sólo 70 años. Preguntémosles a los alemanes que
tienen hoy en día más de 80 años si los bombardeos indiscriminados a sus
ciudades eran terroríficos o no, o a los que todavía queden en Guernica y
vivieron aquella pesadilla, internacionalizada por la genialidad de Picasso.
Que en París han muerto 132 personas, de forma brutal, pero en Hamburgo
perecieron más de 30.000 personas en varios ataques en el verano de 1943, y en
Dresde cayeron otros 30.000 en tres días de bombardeo en febrero de 1945. Y esto
es sólo un ejemplo, por no hablar de Hiroshima y Nagasaki, Que no me cuenten
historias extrañas, porque yo he estado en Frankfurt, en su precioso centro
histórico monumental medieval, que data de 1950, totalmente reconstruido tras
los bombardeos, sin ningún tipo de objetivo militar que no fuera el terror.
No quiero, de ninguna manera,
comparar una cosa con la otra, pero me veo en la obligación de llamar la
atención sobre la cantidad de sandeces que se están publicando estos días.
Realmente, puede que sea mejor apagar el televisor, también la radio y no leer
los periódicos, puesto que quizá sea más beneficioso mantenerse en la
ignorancia absoluta que escuchar los comentarios de nuestros «expertos», que lo
único que consiguen es maleducarnos, si les dejamos, claro.
Me temo, tal y como están las cosas,
que tendré que hacer nuevas entradas en un futuro. No puedo hacer nada por
evitar lo que está ocurriendo, pero al menos puedo avisar. Ya dije que habría
recortes de libertad... y en Francia van a tener tres duros meses por delante.
Veremos qué ocurre en España, pero cierto guapo y joven político en alza ya
está diciendo que internet debe ser vigilado y esposado, por si acaso. Si me
encierran, al menos me quedará la posibilidad de escribir en las paredes de la
celda, como hizo Renfield, que él sí que parecía estar un poco loco...
El Condotiero
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