Ya
en otra entrada comenté La
educación como arma, refiriéndome a lo fácil que es reinterpretar las
materias educativas para que las generaciones futuras piensen de la forma en
que desean los poderosos, siendo, por tanto, la Historia la «bomba atómica» de
las armas educacionales. Tal es así,
que un historiador nunca se debería cuestionar si algo es mentira, sino si algo
es verdad, puesto que todos los que han tenido un poquito de poder, desde el
primer jefe de familia del primer grupo de Homo
Sapiens que abandonó África hasta los magnates de la actualidad, han
tergiversado la Historia para sus propios fines e intereses.
La Historia, como el resto de
materias de Letras, está bastante devaluada, sobre todo por razones prácticas
de posibilidades de empleo y, también, en el ambiente popular. Ya se decía, por
los años 80, lo de «el que vale, a Ciencias, y el que no, a Letras». También
está el error de los de Ciencias el considerar que la Historia no es una
ciencia. Bueno, supongo que eso será ya agua pasada, pero por si acaso, aquí
pongo la definición de «ciencia» de la R.A.E.: «Conjunto de conocimientos
obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente
estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con
capacidad predictiva y comprobables experimentalmente». Evidentemente, dicha
definición casa perfectamente con la Historia.
Aclarado este punto, quiero
transmitir la importancia de la Historia para las sociedades humanas. Tan
simple como que estudiando los hechos anteriores, que en mucho se parecerán a
los futuros, porque todo se repite, podremos conocer las causas de dichos
hechos y, más importante aun, sus consecuencias. De tal forma, conociendo
nuestra Historia podríamos prever y, así, anticiparnos a sucesos que están
todavía por acaecer. Pero claro, esto sólo podría ocurrir si la Historia que se
estudia es la verdadera y no un cuento de ficción que deje a Tolkien como poco
imaginativo.
Y la importancia de la Historia
queda demostrada por el afán de los poderes en hacerse con ella. Ejemplos, a
miles. Aún me acuerdo de la enseñanza de la historia de la Grecia antigua que
se hacía en el bachillerato de los años 80: Atenas (democrática) era una polis virtuosa y garante de las
libertades, asemejándola con EE.UU., mientras que a Esparta se la asemejaba con
la URSS y sus excesos dictatoriales. O, al menos, eso es lo que yo entendí.
Pero claro, esos años quedaron atrás, la URSS desapareció y yo,
irremediablemente, crecí, tanto física como intelectualmente, pudiéndome
enterar que la antigua Grecia no era tal y como me la habían contado, que la
maravillosa Atenas tiranizaba a sus socios de la Liga Ático-Délica (o eres mi
aliado, dándome todo lo que requiero, o eres mi enemigo y te destruyo), que en
su portentosa democracia sólo tenían derecho al voto menos del 10% de la
población y que sus gobernantes eran tan corruptos como los de hoy en día
(quizá sea el aire del Mediterráneo, que algo debe tener) y que Esparta, aun en
su Diarquía y su maltrato hacia los ilotas,
no eran para nada ambiciosos, pues conocían sus limitaciones y debilidades, y
que no habían entrado en la Guerra del Peloponeso con ansias territoriales,
cual lobo hambriento, como me habían contado, sino que habían acudido a la
llamada de auxilio de Argos, una de la ciudades cansadas de la hegemonía
tiránica de Atenas.
Pero esto es sólo un ejemplo, hay
muchos más. También hablé sobre ello de pasada en De
patriotismos y apátridas, sin entrar en profundidad, pero aquí, en
nuestro país, somos tan tontos que hemos comprado la Leyenda Negra Española, iniciada por nuestros enemigos en la Europa
del siglo XVI, incapaces de vencernos en los campos de batalla, por lo que
iniciaron una nueva guerra desde los despachos. Así, Guillermo de Orange y
otros muchos después, plasmaron en papel (o en pergamino) una serie de mentiras
y exageraciones que nuestros literatos no fueron capaces de contrarrestar, y no
por falta de capacidad o ingenio, pues, como ya se sabe, estábamos en nuestros
Siglos de Oro de las letras castellanas, sino, más bien, porque como buenos
españoles que eran preferían degollarse unos a otros, como ocurría con Góngora
y Quevedo. Desde entonces, la Leyenda Negra ha continuado en nuestra memoria y
hoy la esgrimen todos los antiespañoles que hay por el mundo, tanto dentro como
fuera de nuestras fronteras.
¿Y qué decir de las mentiras de la
Iglesia Católica? Aún recuerdo un cartel que pude observar en una iglesia en la
provincia de Jaén, hará cosa de 10 años, donde decía, más o menos: «La Iglesia:
2.000 años haciendo el bien». En fin, ¿qué podemos decir de esto? Yo reconozco
que la Iglesia católica, como entidad, tiene sus virtudes y sus defectos, y que,
con tantas personas que se vinculan a ella, los hay buenos y los hay malos,
como en todos los sitios. También reconozco que últimamente están haciendo
cosas buenas (misioneros y Cáritas, por ejemplo), aunque quizá otras
discutibles. Pero, ¿2.000 años haciendo el bien? No cabe mayor tergiversación
que ésa. Que le pregunten a Anne Germain, si está por ahí, si puede hablar con
los exterminados en las Cruzadas, con los seguidores de Juan Hus, con los Bons Hommes de Carcasona y alrededores,
con los arrianos, con los judíos, con las denominadas brujas, último reducto de
la fraternidad Ser Humano-Naturaleza, etc, etc, etc. Algunos me pueden decir:
«eh, oye, que tú ya has dicho que no se puede juzgar a alguien de hace X años
con la mentalidad de hoy en día». Pues sí, y me reafirmo, pero el exterminio de
seres inocentes porque piensan de forma diferente a mí no creo que sea
deleznable sólo en la actualidad, sino que ya era deleznable en esas mismas
épocas, otra cosa que conviniera a sus propios intereses.
En España se tergiversa lo que se
quiere y como se quiere, sin tener ningún tipo de tapujo ni vergüenza torera
(perdón por la expresión). Ahí tenemos el caso de la Memoria Histórica,
buscando como locos fosas comunes de fusilados por los «franquistas», por la
razón de dar descanso a los restos mortales como se merecen y a los familiares
que quedaron con vida, o nacidos después. Hasta ahí bien, pero me parece muy
fuerte los casos que se han dado de fosas encontradas de asesinados por el
bando «rojo», que se les ha echado tierra encima, literalmente, como si esos
muertos y sus familiares no tuvieran el mismo derecho a descansar. Pero este es
sólo un ejemplo, porque si continuara sería un artículo interminable, pues no
hay nada que nos guste más a los españoles (además de maltratar animales) que
el tratar los asuntos con diferente rasero, según nos convenga. Somos los
absolutos genios de la tergiversación, pero como eso daría para un libro
entero, paso página.
Y paso página porque quiero ahora
comentar las tergiversaciones del poderoso EE.UU. y sus socios de la OTAN, que
son los que desde hace más de medio siglo dominan el mundo. Se podría hablar de
Vietnam, de Pearl Harbour, del asesinato de Kennedy, o del atentado de las
Torres Gemelas y el Pentágono, pues todo lo que salga de la Casa Blanca será
repetido a pies juntillas por los
demás gobiernos y por todos los periodistas del mundo occidental, sin, ni
siquiera, plantearse si los hechos que repiten como papagayos son coherentes o
no. Y a ver quién es el guapo que se sale del guión, porque lo tacharán de
«conspiranoico» o algo peor.
Con respecto a ello hay una cosa que
siempre me ha tocado los eggs, y por
lo que son tan importantes las palabras y su significación (y también
tergiversación), cosa que hemos aprendido en España a raíz del grupo terrorista
E.T.A. y sus familares y defensores, ya que términos como «conflicto», «lucha
armada», «presos políticos», etc, etc, han sabido manejarlos de forma que los
demás los hemos repetido también, porque los periodistas han dado cancha a
tales nomenclaturas sin darse cuenta que habían caído en la trampa de la
semántica.
Y esto viene a colación de lo que
quiero explicar. Resulta que los partisanos franceses, durante la Segunda
Guerra Mundial, asesinaban y hacían labores de terrorismo contra las
guarniciones de soldados alemanes que en Francia había. Era la Resistencia y
eran unos héroes, porque luchaban contra los malvados alemanes. Vale, de acuerdo,
pero luego resulta que los iraquíes que hacen lo mismo en Irak contra los
soldados americanos no son «resistentes», son «insurgentes». ¿Por qué la
diferencia en la nomenclatura? Porque los iraquíes no son héroes y sí
terroristas. Pero, ¿qué diferencia hay ente franceses de 1944 e iraquíes de
2010? Yo no veo mucha, pero si nos atenemos a la Historia, resulta que los
iraquíes tienen más derecho a matar americanos que los franceses tenían de
matar alemanes. A fin de cuentas, los alemanes que pisaban suelo francés lo
hacían porque Francia había declarado la guerra a Alemania el 3 de septiembre
de 1939, mientras, en cambio, fueron los americanos los que declararon la
guerra a Irak. Solemos pensar que fue Hitler quien declaró la guerra a los
buenos de los británicos y franceses, pero no es verdad. Hitler era un matón de
cervecería y sus adláteres unos rufianes de la más baja calaña, pero eso no
quita que Alemania declarase la guerra sólo a Polonia. ¿Tenía derecho a
hacerlo? Pues no, claro que no, pero fueron los vencedores de la Primera Guerra
Mundial los que crearon el Estado de Polonia, partiendo a Alemania en dos (el
famoso pasillo de Danzig) y los que quitaron a Alemania todas sus colonias en
África y Asia. ¿Por qué los alemanes no podían hacer y deshacer en el mundo
como sí podían hacerlo los británicos y los franceses? Es el típico tú no, pero
yo sí, de los poderosos y si te rebelas contra ello, es que eres malo. Eso sin
tener en cuenta que los alemanes que fueron asesinados por la Resistencia
francesa eran pobres chavales obligados a alistarse por su país y padres de
familia otro tanto de lo mismo.
Tal es la importancia de la
tergiversación de la Historia que los mandamases
del autoproclamado Estado Islámico están intentando destruir todos los
vestigios existentes que provengan de culturas anteriores al Islam en los
territorios que dominan, para borrar toda posibilidad de oposición intelectual
a sus ideas y «verdades».
¿Cuál es la moraleja de todo esto?
Dudar. Siempre hay que dudar de todo. Cuando veamos un telediario, leamos un
periódico o un libro o escuchemos la radio, dudad de todo lo que se dice e
investigad todo lo que podáis, porque detrás de una noticia (o algo ya manido)
siempre hay alguien que tiene algún interés oculto. Yo me suelo regir por el
principio de la Navaja de Ockham y no
suelo equivocarme, creo. Lo más sencillo es, casi seguro, lo más probable.
También me rijo por el axioma de «¿a quién beneficia?». Relacionando estos dos
principios, es bastante más difícil que os den gato por liebre. Probadlo, ¿qué
podéis perder?
El Condotiero
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