jueves, 22 de octubre de 2015

La tergiversación de la Historia

             Ya en otra entrada comenté La educación como arma, refiriéndome a lo fácil que es reinterpretar las materias educativas para que las generaciones futuras piensen de la forma en que desean los poderosos, siendo, por tanto, la Historia la «bomba atómica» de las armas educacionales. Tal es así, que un historiador nunca se debería cuestionar si algo es mentira, sino si algo es verdad, puesto que todos los que han tenido un poquito de poder, desde el primer jefe de familia del primer grupo de Homo Sapiens que abandonó África hasta los magnates de la actualidad, han tergiversado la Historia para sus propios fines e intereses.
            La Historia, como el resto de materias de Letras, está bastante devaluada, sobre todo por razones prácticas de posibilidades de empleo y, también, en el ambiente popular. Ya se decía, por los años 80, lo de «el que vale, a Ciencias, y el que no, a Letras». También está el error de los de Ciencias el considerar que la Historia no es una ciencia. Bueno, supongo que eso será ya agua pasada, pero por si acaso, aquí pongo la definición de «ciencia» de la R.A.E.: «Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente». Evidentemente, dicha definición casa perfectamente con la Historia.
            Aclarado este punto, quiero transmitir la importancia de la Historia para las sociedades humanas. Tan simple como que estudiando los hechos anteriores, que en mucho se parecerán a los futuros, porque todo se repite, podremos conocer las causas de dichos hechos y, más importante aun, sus consecuencias. De tal forma, conociendo nuestra Historia podríamos prever y, así, anticiparnos a sucesos que están todavía por acaecer. Pero claro, esto sólo podría ocurrir si la Historia que se estudia es la verdadera y no un cuento de ficción que deje a Tolkien como poco imaginativo.
            Y la importancia de la Historia queda demostrada por el afán de los poderes en hacerse con ella. Ejemplos, a miles. Aún me acuerdo de la enseñanza de la historia de la Grecia antigua que se hacía en el bachillerato de los años 80: Atenas (democrática) era una polis virtuosa y garante de las libertades, asemejándola con EE.UU., mientras que a Esparta se la asemejaba con la URSS y sus excesos dictatoriales. O, al menos, eso es lo que yo entendí. Pero claro, esos años quedaron atrás, la URSS desapareció y yo, irremediablemente, crecí, tanto física como intelectualmente, pudiéndome enterar que la antigua Grecia no era tal y como me la habían contado, que la maravillosa Atenas tiranizaba a sus socios de la Liga Ático-Délica (o eres mi aliado, dándome todo lo que requiero, o eres mi enemigo y te destruyo), que en su portentosa democracia sólo tenían derecho al voto menos del 10% de la población y que sus gobernantes eran tan corruptos como los de hoy en día (quizá sea el aire del Mediterráneo, que algo debe tener) y que Esparta, aun en su Diarquía y su maltrato hacia los ilotas, no eran para nada ambiciosos, pues conocían sus limitaciones y debilidades, y que no habían entrado en la Guerra del Peloponeso con ansias territoriales, cual lobo hambriento, como me habían contado, sino que habían acudido a la llamada de auxilio de Argos, una de la ciudades cansadas de la hegemonía tiránica de Atenas.
            Pero esto es sólo un ejemplo, hay muchos más. También hablé sobre ello de pasada en De patriotismos y apátridas, sin entrar en profundidad, pero aquí, en nuestro país, somos tan tontos que hemos comprado la Leyenda Negra Española, iniciada por nuestros enemigos en la Europa del siglo XVI, incapaces de vencernos en los campos de batalla, por lo que iniciaron una nueva guerra desde los despachos. Así, Guillermo de Orange y otros muchos después, plasmaron en papel (o en pergamino) una serie de mentiras y exageraciones que nuestros literatos no fueron capaces de contrarrestar, y no por falta de capacidad o ingenio, pues, como ya se sabe, estábamos en nuestros Siglos de Oro de las letras castellanas, sino, más bien, porque como buenos españoles que eran preferían degollarse unos a otros, como ocurría con Góngora y Quevedo. Desde entonces, la Leyenda Negra ha continuado en nuestra memoria y hoy la esgrimen todos los antiespañoles que hay por el mundo, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
            ¿Y qué decir de las mentiras de la Iglesia Católica? Aún recuerdo un cartel que pude observar en una iglesia en la provincia de Jaén, hará cosa de 10 años, donde decía, más o menos: «La Iglesia: 2.000 años haciendo el bien». En fin, ¿qué podemos decir de esto? Yo reconozco que la Iglesia católica, como entidad, tiene sus virtudes y sus defectos, y que, con tantas personas que se vinculan a ella, los hay buenos y los hay malos, como en todos los sitios. También reconozco que últimamente están haciendo cosas buenas (misioneros y Cáritas, por ejemplo), aunque quizá otras discutibles. Pero, ¿2.000 años haciendo el bien? No cabe mayor tergiversación que ésa. Que le pregunten a Anne Germain, si está por ahí, si puede hablar con los exterminados en las Cruzadas, con los seguidores de Juan Hus, con los Bons Hommes de Carcasona y alrededores, con los arrianos, con los judíos, con las denominadas brujas, último reducto de la fraternidad Ser Humano-Naturaleza, etc, etc, etc. Algunos me pueden decir: «eh, oye, que tú ya has dicho que no se puede juzgar a alguien de hace X años con la mentalidad de hoy en día». Pues sí, y me reafirmo, pero el exterminio de seres inocentes porque piensan de forma diferente a mí no creo que sea deleznable sólo en la actualidad, sino que ya era deleznable en esas mismas épocas, otra cosa que conviniera a sus propios intereses.
            En España se tergiversa lo que se quiere y como se quiere, sin tener ningún tipo de tapujo ni vergüenza torera (perdón por la expresión). Ahí tenemos el caso de la Memoria Histórica, buscando como locos fosas comunes de fusilados por los «franquistas», por la razón de dar descanso a los restos mortales como se merecen y a los familiares que quedaron con vida, o nacidos después. Hasta ahí bien, pero me parece muy fuerte los casos que se han dado de fosas encontradas de asesinados por el bando «rojo», que se les ha echado tierra encima, literalmente, como si esos muertos y sus familiares no tuvieran el mismo derecho a descansar. Pero este es sólo un ejemplo, porque si continuara sería un artículo interminable, pues no hay nada que nos guste más a los españoles (además de maltratar animales) que el tratar los asuntos con diferente rasero, según nos convenga. Somos los absolutos genios de la tergiversación, pero como eso daría para un libro entero, paso página.
            Y paso página porque quiero ahora comentar las tergiversaciones del poderoso EE.UU. y sus socios de la OTAN, que son los que desde hace más de medio siglo dominan el mundo. Se podría hablar de Vietnam, de Pearl Harbour, del asesinato de Kennedy, o del atentado de las Torres Gemelas y el Pentágono, pues todo lo que salga de la Casa Blanca será repetido a pies juntillas por los demás gobiernos y por todos los periodistas del mundo occidental, sin, ni siquiera, plantearse si los hechos que repiten como papagayos son coherentes o no. Y a ver quién es el guapo que se sale del guión, porque lo tacharán de «conspiranoico» o algo peor.
            Con respecto a ello hay una cosa que siempre me ha tocado los eggs, y por lo que son tan importantes las palabras y su significación (y también tergiversación), cosa que hemos aprendido en España a raíz del grupo terrorista E.T.A. y sus familares y defensores, ya que términos como «conflicto», «lucha armada», «presos políticos», etc, etc, han sabido manejarlos de forma que los demás los hemos repetido también, porque los periodistas han dado cancha a tales nomenclaturas sin darse cuenta que habían caído en la trampa de la semántica.
            Y esto viene a colación de lo que quiero explicar. Resulta que los partisanos franceses, durante la Segunda Guerra Mundial, asesinaban y hacían labores de terrorismo contra las guarniciones de soldados alemanes que en Francia había. Era la Resistencia y eran unos héroes, porque luchaban contra los malvados alemanes. Vale, de acuerdo, pero luego resulta que los iraquíes que hacen lo mismo en Irak contra los soldados americanos no son «resistentes», son «insurgentes». ¿Por qué la diferencia en la nomenclatura? Porque los iraquíes no son héroes y sí terroristas. Pero, ¿qué diferencia hay ente franceses de 1944 e iraquíes de 2010? Yo no veo mucha, pero si nos atenemos a la Historia, resulta que los iraquíes tienen más derecho a matar americanos que los franceses tenían de matar alemanes. A fin de cuentas, los alemanes que pisaban suelo francés lo hacían porque Francia había declarado la guerra a Alemania el 3 de septiembre de 1939, mientras, en cambio, fueron los americanos los que declararon la guerra a Irak. Solemos pensar que fue Hitler quien declaró la guerra a los buenos de los británicos y franceses, pero no es verdad. Hitler era un matón de cervecería y sus adláteres unos rufianes de la más baja calaña, pero eso no quita que Alemania declarase la guerra sólo a Polonia. ¿Tenía derecho a hacerlo? Pues no, claro que no, pero fueron los vencedores de la Primera Guerra Mundial los que crearon el Estado de Polonia, partiendo a Alemania en dos (el famoso pasillo de Danzig) y los que quitaron a Alemania todas sus colonias en África y Asia. ¿Por qué los alemanes no podían hacer y deshacer en el mundo como sí podían hacerlo los británicos y los franceses? Es el típico tú no, pero yo sí, de los poderosos y si te rebelas contra ello, es que eres malo. Eso sin tener en cuenta que los alemanes que fueron asesinados por la Resistencia francesa eran pobres chavales obligados a alistarse por su país y padres de familia otro tanto de lo mismo.
            Tal es la importancia de la tergiversación de la Historia que los mandamases del autoproclamado Estado Islámico están intentando destruir todos los vestigios existentes que provengan de culturas anteriores al Islam en los territorios que dominan, para borrar toda posibilidad de oposición intelectual a sus ideas y «verdades».
            ¿Cuál es la moraleja de todo esto? Dudar. Siempre hay que dudar de todo. Cuando veamos un telediario, leamos un periódico o un libro o escuchemos la radio, dudad de todo lo que se dice e investigad todo lo que podáis, porque detrás de una noticia (o algo ya manido) siempre hay alguien que tiene algún interés oculto. Yo me suelo regir por el principio de la Navaja de Ockham y no suelo equivocarme, creo. Lo más sencillo es, casi seguro, lo más probable. También me rijo por el axioma de «¿a quién beneficia?». Relacionando estos dos principios, es bastante más difícil que os den gato por liebre. Probadlo, ¿qué podéis perder?

            El Condotiero

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