Todos
los españoles nos creemos muy democráticos y nos reímos de las democracias de
otros países, queriendo expresar con ello nuestra convicción de que esos estados
no poseen las cualidades democráticas que a nosotros nos parecerían necesarias
e imprescindibles, como nos ocurre con Corea del Norte, Venezuela o Cuba (aquí
estoy de acuerdo), o como con Estados Unidos de América (aquí discrepo). Está
claro que quienes lo hacen con unos y no con otros, y viceversa, lo hacen en consonancia
con el pensamiento de aquellos que se sentaban según que lado en los Estados
Generales de Francia, hace ya más de dos siglos.
Allí surgieron las nomenclaturas de
«izquierdas» y «derechas», que nosotros hemos importado para nuestro sistema
actual. Quizá tuviera sentido antes, pero no en los momentos en los que
actualmente nos encontramos, pues no creo que en España exista «izquierda» ni
«derecha». Si los partidos que hay hoy en día en España pudieran clasificarse
de un signo o de otro, no se aliarían entre ellos por sentar un concejal en un
municipio, o apoyar al más votado en tal autonomía, o al menos votado en
aquella otra. Qué decir con respecto al gobierno de la nación... ya veremos lo
que ocurre el día 20 de diciembre.
Tampoco se puede saber de qué signo
es un partido escuchándolo en un mitin. Si vas con los ojos cerrados y nuevo en
lo que a política española se refiere, sólo escucharás que todos ellos quieren
mejorar la economía (no creo que nadie consiguiera votos diciendo que querría
empeorar la economía), ayudar a lo más necesitados, de una forma o de otra
(idea «izquierdista», o sea, que todos son de «izquierdas»... ah, no, que se
salvan porque luego nadie lo cumple) y luchar contra la corrupción (es decir,
contra ellos mismos). Por tanto, da igual votar a uno o a otro, pues parece que
todos son el mismo perro, pero con distinto collar.
Como no vamos a conseguir nada por
este camino, vayamos a los principios de los padres de las ideas democráticas,
a los ilustrados franceses del siglo XVIII. Cada uno tenía sus propias tesis al
respecto, pero en lo que se ponían de acuerdo es que para que existiera
democracia se necesitaba una separación de poderes. ¿Hay una separación de
poderes efectiva en España? Sí, hay una separación de poderes en lo que
respecta al gobierno de la nación, a las autonomías, a las diputaciones y a los
municipios. Pero ya está. En la tesis ilustrada de separación de los poderes
legislativo, ejecutivo y judicial estamos en pañales. Todos estos poderes están
bajo mano de los partidos políticos, que se degüellan entre ellos para superar
a los demás en cargos, ya sean legislativos, ejecutivos o judiciales. Entonces,
si los poderes no están separados y los tienen unos cuantos (unos cuantos
muchos, eso sí), no podemos hablar de democracia real, ¿no? Sería una
oligarquía... Pero oiga, una oligarquía, según la R.A.E. es una «forma de
gobierno en la cual el poder político es ejercido por un grupo minoritario».
Tiene usted razón, no se puede decir que los políticos en España sean un grupo
minoritario, pues son más de 450.000. Vale, entonces estamos en una
«mucharquía», pero no me vendas la moto de la democracia, que no te la compro.
Está bien, dejemos a un lado la
teoría, puesto que por ahí no vamos a avanzar más. Vayamos a la práctica. ¿Qué
se ha demostrado como lo más eficaz para garantizar la democracia en un país
cuando se ha derrocado una monarquía, una dictadura o ha surgido
espontáneamente la proclamación de una constitución a lo largo de la historia y
en el ancho mundo? Pues la libertad de prensa. Es cierto, oiga, la libertad de
prensa y la inexistencia de una censura es lo que servía para informar al
pueblo de las medidas y los hechos de los políticos que hacían en nombre de
aquellos mismos a los que iban dirigidos esos periódicos.
¿Qué se necesita para que haya una
libertad de prensa real? Dos cosas: muchos diarios o periódicos y la
inexistencia de censura.
¿Hay en España muchos diarios o
periódicos? Sí, dirán casi todos. Hay tantos que ni sabemos su número. Falso,
yo sí sé el número. Es un total de 10. ¡No puede ser! ¡Hay muchos más! Pues no,
ése es el número total de grupos editoriales de prensa que hay en España, pero
si 10 parecen pocos para un país de 45 millones de habitantes, espera que te
los desglose.
El grupo Hachette Filipacchi no lo vamos a contar, porque se dedica exclusivamente
a revistas del corazón, decoración, pseudocultura, etc, pero no hay opinión tal
y como la conocemos. Ya sólo quedan 9.
Luego
tenemos tres grupos mediáticos que son exclusivamente regionales: el grupo
Joly, el grupo Moll-Prensa Ibérica y el grupo Zeta. Los tres se dedican sobre
todo a asuntos locales en los muchos periódicos que ostentan, siendo el más
importante de todos el Periódico de
Catalunya. Pero también tenemos el grupo Godó, dedicado por completo
también a Cataluña, siendo su referente La
Vanguardia.
Tenemos
el grupo Cope. Con la Iglesia hemos topado.
El
grupo Unidad Editorial es de carácter nacional, pero aparte de su difusión
deportiva y de revistas y libros, sólo cuenta con El Mundo, aunque es de gran importancia nacional.
Después
hay dos grupos, Prisa y Vocento, que son muy fuertes, pero están unidos por
Mediaset España, por lo que realmente sería un solo grupo. No voy a dar
ejemplos de sus producciones, pues son ampliamente conocidas. La cuestión es
que al ser un solo grupo, ya son 8 los grupos editoriales existentes en España.
Y
el todopoderoso Planeta-Atresmedia.
Por
tanto tenemos en España cuatro grupos de prensa de carácter nacional y otros
cuatro de carácter regional. Ocho grupos me parecen realmente muy pocos para
salvaguardar la democracia. Creo que para este fin sería mucho mejor doscientos
periódicos pequeños que cuatro muy grandes y cuatro medianos. ¿Por qué? Porque
los grupos mediáticos son tan pocos y tan grandes en España que llegan a ser
muy poderosos. Su palabra es ley y más que criticar, dirigen. Y dirigen también
a sus propios periodistas. Ay de aquel que se salga del guión: no sólo lo
pondrán de patitas en la calle sino que también se verá imposibilitado para
trabajar en otro sitio, pues todo está en las mismas manos.
Y
ahora es cuando entramos en el tema de la censura. Creíais que me refería únicamente
a la censura del Estado, como la que había en tiempos de la España franquista,
pero no, censura es censura y es mala la imponga quien la imponga. Los medios
informativos en España son los que «cortan el bacalao» y son tan poderosos que
ellos mismos se autocensuran, puesto que están conchabados con los grupos
políticos españoles: no se sabe hasta qué punto son los medios los que manejan
la política española.
Pondré
un ejemplo que me afecta directamente, aunque por supuesto de corte menor:
resulta que escribí una novela de género fantástico-épico y la envié al Premio
Minotauro, que pertenece al grupo Planeta. Hasta ahí, bien, puesto que no la
envié con ánimos de ganar el premio, ya que todos saben que los premios
literarios en España están dados de antemano, y el que no lo sepa que se lo
apunte. Sólo participaba con la esperanza de que mi novela gustase (si la leían,
claro) y fuera declarada una de las cuatro finalistas (la quinta,
supuestamente, es la novela ganadora de antemano). Pero cuál es mi sorpresa que
teniendo el jurado tres meses para supuestamente leer las novelas y fallar el
premio, declaran al ganador el día 14 de julio, cuando el plazo de finalización
de entrega era el 15 de junio (o sea, que en menos de un mes han decidido el
ganador, sin dar más tiempo habitual a aquellas entregas que se pueden retrasar
por motivos de transporte, pero que entran si la facturación es el día 15 de
junio o anterior). Vale, de nuevo, no pasa nada, si ya sabemos todos de qué va
el asunto. Pero prometieron que el día 13 de octubre, cuando se presentara la
novela ganadora en el festival de Sitges publicarían el número de participantes
y los finalistas escogidos. Dos días después puedo decir que «donde dije digo,
digo Diego». Pero ese tampoco es el mayor problema, el mayor problema estriba
en que todas las publicaciones españolas se han hecho eco del galardón a la
novela ganadora, pero nadie se pregunta qué ha pasado ni dónde están los
finalistas y si alguien como yo pregunta, ni caso, hazte el sordo, Manué.
La
cuestión es si los grupos mediáticos todopoderosos españoles han conseguido
aborregar de forma tan absoluta a sus propios periodistas, que, entonces, han
dejado de serlo, y si con ello también han conseguido aborregar al resto de la
población, porque, ya se sabe, de lo que no se habla, no existe. Hablemos de
Belén Esteban, de Gran Hermano y de Cataluña, que los españoles, como caballos
con sus anteojeras, sólo ven lo que les muestran sus amos, es decir, los
políticos y los grupos mediáticos.
Para
finalizar, la pregunta obligada: ¿existe democracia real en España, cuando no
hay separación de poderes, la prensa está dirigida y los españoles van a las
urnas a echar un papelito inútil (o de poco valor) cada cuatro largos años?
Que
cada uno se conteste, pero aviso, tristemente, que a la pregunta que sigue a la
anterior: ¿qué podemos hacer para ponerle remedio?, mi respuesta es NADA, porque
todo lo que pretendas proponer te lo tacharán de antidemocrático.
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